Tras mi largo recorrido en búsqueda de unos mensajes que Dios me había transmitido, unas energías que en aquel entonces sentía pero desconocía no me dejaban ver ni encontrar lo que buscaba. Yo, nerviosa, impaciente, desconfiada, preocupada, con el ritmo acelerado, mientras mi corazón latía en el Plexo Solar, sentía un montón de sensaciones cuyo por qué desconocía, y otras que vivía pero ni podía percibir de tan cargada que estaba. Y así se encuentra gran parte de la humanidad aunque no sea consciente de ello.
Una muy buena amiga a día de hoy, que por en aquel entonces yo no conocía, simplemente me dio la tarjeta de Damián Alvarez. Toda la luz estaba al otro lado de esa puerta. Llevaba como cuatro años caminando por delante de esta puerta. El mejor sanador del mundo, la riqueza de toda sabiduría, un amplio canal del amor de Dios en la tierra. Sí, lo tengo claro: Dios nunca se equivoca. La primera vez que me encontré con Damián Alvarez, ya cruzada la puerta, no sé si por su presencia o sus palabras, lleno de luz y paz, su firmeza, seguridad, su amplia sabiduría, la atención y amor que pone a cada ser, lentamente me relajaba. Entonces vuelvo a percibir muy suavemente aquellos mensajes que Dios me había trasmitido y que a él me llevaban, dándome la seguridad y la firmeza que estaba en el lugar y en el camino correcto.
Pone en marcha la sanación de mi vida, a la vez que me transmite sus enseñanzas y sabiduría de una forma tan sencilla que todo ser humano puede llevarlo a la práctica. Además, cuantas más terapias te das más te hace ver, entender, sentir y comprender.
Dios nunca se equivoca, siempre es importante llegar a Damián Alvarez. Es el ejemplo a seguir para la humanidad.